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Estoy sentada y tapada en mi cama escribiéndote, no sé quien eres, supongo que serás una persona como yo. Estoy encantada de que leas esto, mi vida. Soy Mara, una chica bastante normalita y discreta. Desde que nací esta con migo, mi “maldita conciencia” me entretiene, no para de hablarme –Pero mujer, preséntame bien, no asín, como si yo fuera cualquiera ¿no? –Ya lo he hecho, te he presentado, como: mi “maldita conciencia”, y no eres cualquiera porque estas dentro de mi, tú sabes absolutamente todo de mi. ¿te gusta tu nombre? –No, quiero un nombre nuevo, preséntate y luego me lo dices. -¿Tú quien te crees? Bueno, vivo en las afueras de Madrid, con Luis: mi padre, estamos alojados en casa como de piedra viejas, mi padre la edificó cuando yo nací, antes él vivía en el centro de Madrid con mi madre. Mi madre se murió en el parto, entonces mi padre un mes después construyó esta casa, en la que vivimos hace dieciocho años, la casa en sí no es muy grande pero hay mucho terreno por alrededor. –Deja de contar esas cosas, tan aburridas y di lo que le dices a tu padre siempre… -Jejejeje… ¿por qué te gusta tanto? Bueno, vale.
Oh! Cuantas veces he deseado abrazarte, cuantas veces he soñado amarte, cuantas veces... ¡cuántas! Tú lo sabías, y como agua entre los dedos te escapabas de mí, huías, y yo nada podía hacer. Esas largas esperas, esas eternas horas, esos pesados segundos, lentos y amargos, toda una vida en espera, ¿y para qué?

Jejeje, ¿esta contenta? –Si, mucho, su padre cada vez llora, lo entiendo, seguramente se lo sabe de memoria el también. Mara es una chica única, inteligente, sincera, orgullosa, divertida (a su manera), cariñosa… Ya la iréis conociendo. Enga, ¿ya tienes mi nombre nuevo? –Si, ahora serás: ¡La voz!